Capítulo 26—Los dos caminos
En la conferencia celebrada en Battle Creek (Míchigan), el 27 de mayo de 1856, se me mostraron en visión algunas cosas correspondientes a la iglesia en general. Pasaron ante mí la gloria y majestad de Dios. Dijo el ángel: “Dios es terrible en su majestad; y sin embargo, vosotros no lo advertís. Es terrible en su cólera; y no obstante le ofendéis diariamente. Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y anchuroso el camino que conduce a la destrucción y muchos son los que andan por él; pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida y pocos lo encuentran.”1TS 154.1
Estos caminos son distintos, están separados y van por opuestas direcciones. Uno conduce a la vida eterna y el otro a la muerte. Vi la distinción entre ambos caminos y también la distinción entre quienes por ellos andaban. Los caminos estaban opuestos. Uno era ancho y llano; el otro áspero y estrecho. Así, quienes por ellos iban eran opuestos en carácter, conducta, porte y conversación.1TS 154.2
Los que van por el camino estrecho hablan de la alegría y felicidad que les aguardan al fin de la jornada. Su aspecto es a menudo triste, pero a veces brilla con sagrado y santo gozo. No visten como los que van por el camino anchuroso ni hablan ni obran como ellos. Se les ha dado una norma de conducta. Un “varón de dolores, experimentado en quebranto,” les abrió el camino y por él anduvo. Sus seguidores ven sus huellas y al verlas se consuelan y animan. El llegó en salvo al destino, y también ellos podrán llegar en salvo si siguen sus huellas.1TS 154.3
En el anchuroso sendero, todos andan ocupados en su persona y sus trajes, halagados por los placeres del camino. Se entregan libremente a la risa y algazara sin pensar en el término de la jornada donde les aguarda segura destrucción, a la que se acercan más cada día, y sin embargo, cada vez se apresuran más hacia ella con locura. ¡Oh, cuán terrible me pareció aquel espectáculo!1TS 154.4
Vi que muchos de los que iban por el anchuroso sendero llevaban escritas sobre sí estas palabras: “Muerto para el mundo. El fin de todas las cosas está cerca. Preparaos también.” Su aspecto era el mismo que el de todos los demás frívolos seres que los rodeaban, excepto cierto aire de tristeza que se advertía en sus semblantes. Su conversación era igual a la de las alegres y atolondradas gentes que con ellos iban, aunque de cuando en cuando se detenían a señalar con mucha satisfacción el letrero de sus vestidos, y exhortaban a los demás a que también se lo pusiesen en los suyos. Iban por el camino anchuroso, y sin embargo, decían que andaban por el estrecho; pero sus compañeros les replicaban: “No hay distinción entre nosotros. Somos iguales. Vestimos, hablamos y obramos lo mismo.”1TS 155.1
Luego, me fueron señalados los años 1843 y 1844. Entonces reinaba un espíritu de consagración ahora ausente. ¿Qué ha sobrevenido al pueblo que profesa ser el pueblo peculiar de Dios? Vi la conformidad al mundo, la falta de voluntad para sufrir por la verdad. Vi una gran falta de sumisión a la voluntad de Dios. Me fué mostrado el ejemplo de los hijos de Israel después que salieron de Egipto. Dios, en su misericordia, los sacó de entre los egipcios, para que pudiesen adorarle sin impedimento ni restricción. En el camino, él obró por ellos con milagros, y los probó con apreturas. Después que Dios obrara tan maravillosamente con ellos, y los librara tantas veces, murmuraban cuando se sentían probados por él. Sus palabras eran: “¡Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto!” Codiciaban los puerros y cebollas de allí.1TS 155.2
Vi que muchos de los que se jactaban de creer la verdad referente a los últimos días, encontraban extraño que los hijos de Israel murmurasen en su camino, y después de lo maravillosamente que Dios les había tratado, fuesen tan ingratos que olvidaran cuanto Dios hiciera por ellos. El ángel dijo: “Peor que ellos habéis hecho vosotros.” Vi que Dios les ha dado a sus siervos la verdad tan clara, tan explícita que es imposible negarla. Por doquiera que vayan, logran segura victoria. Sus enemigos no pueden rebatir la convincente verdad. La luz derramada es tan clara que los siervos de Dios pueden alzarse en todas partes y dejar que la verdad, evidente y unida, consiga el triunfo; y sin embargo, aun no han estimado ni comprendido esta tan grandiosa bendición. Si sobreviene una prueba, algunos miran hacia atrás y creen que pasan por grandes dificultades, porque, a pesar de llamarse siervos de Dios, no conocen la purificadora eficacia de las pruebas. A veces se forjan pruebas ellos mismos, se las imaginan y se desalientan con tanta facilidad y sienten luego tan herido su amor propio, que se perjudican a sí mismos, a los demás y a la causa de Dios. Satanás agranda sus tribulaciones y pone en sus mentes pensamientos que, si los siguen, destruirán toda su influencia y eficacia personal.1TS 156.1
Algunos se han sentido tentados a retirarse de la obra y seguir trabajando por su propia cuenta; pero vi que si Dios aparta de ellos su mano y quedan sujetos a las enfermedades y la muerte, sabrán entonces lo que son tribulaciones. Es muy terrible cosa murmurar contra Dios. No reparan en que el camino por donde van es áspero, de abnegación, de crucifixión, y que no han de esperar de cuanto les suceda la misma cómoda facilidad que quienes andan por el camine anchuroso.1TS 156.2
Vi que algunos siervos de Dios, aun de entre los predicadores, se desaniman tan fácilmente y es tan quisquillosa su personalidad, que se creen rebajados y perjudicados cuando en realidad no es así. Se lamentan de su penosa suerte. No echan de ver lo que les sucedería ni las angustias que pasarían, si Dios apartase de ellos su mano, pues entonces fuera su suerte diez veces más dura que antes, mientras estaban empleados en la obra de Dios, sufriendo pruebas y privaciones, pero con la aprobación del Señor.1TS 157.1
Algunos de los que trabajan en la causa de Dios no conocen cuando tienen una temporada de bienestar. Han sufrido tan pocas privaciones y conocen tan poco la necesidad, las fatigas de la labor o la pesadumbre del alma, que cuando se encuentran bien y se ven favorecidos de Dios y casi enteramente libres de angustia de espíritu, no lo comprenden y se figuran que son grandes sus tribulaciones. Yo vi que a éstos los despedirá Dios de su servicio, a menos que manifiesten espíritu de abnegación y estén dispuestos a trabajar gozosamente sin escatimar su persona. Dios no los reconocerá por abnegados siervos, sino que suscitará quienes trabajen ardiente y no perezosamente y conozcan cuando disfrutan de bienestar. Los siervos de Dios deben sentir responsabilidad por las almas y llorar entre el pórtico y el altar, exclamando: “Perdona, oh Jehová, a tu pueblo.”1TS 157.2
Algunos siervos de Dios han entregado sus vidas para gastar y ser gastados en la causa de Dios, a tal punto que su salud se quebrantó casi por completo, y ellos están agobiados a consecuencia de su labor mental, incesantes inquietudes, trabajo y privaciones. Otros no lo hicieron así ni quisieron tomar la carga sobre sí, y sin embargo, se consideran muy atribulados, porque nunca experimentaron penalidades ni han sido bautizados en el sufrimiento, ni lo serán mientras manifiesten tanta debilidad y tan poca fortaleza y sean tan amantes de su comodidad.1TS 157.3
Según lo que Dios me ha mostrado es necesario hacer una trilla entre los predicadores a fin de eliminar a los perezosos, tardíos y egoístas, para que quede una compañía pura, fiel y abnegada, que no busque su bienestar personal, sino que ministre fielmente en palabra y doctrina, con voluntad de sufrirlo y llevarlo todo por causa de Cristo y salvar a los que él redimió con su muerte. Sientan sobre sí estos siervos el ay que se les aplica si no predican el evangelio, y esto bastará; pero no todos lo sienten. 1TS 158.1
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¿De qué valor es la incontable riqueza, si se halla amontonada en costosas mansiones o en títulos bancarios? ¿Qué peso tienen estas cosas cuando se las compara con la salvación de un alma por la cual murió el Hijo del Dios infinito? ...1TS 158.2
El Señor nos ordena: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras antorchas encendidas; y vosotros semejantes a hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere y llamare, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos, a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando: de cierto os digo, que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y pasando les servirá. Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son los tales siervos.” Lucas 12:33-38.1TS 158.3