La lengua debe glorificar a Dios
Por dondequiera que vayamos hay una obra que hemos de realizar. Necesitamos prepararnos para esta tarea, y especialmente necesitamos cuidarnos de que nuestra lengua no esté consagrada a Satanás. La lengua que Dios nos ha dado debe ser usada para glorificarlo mediante nuestras palabras. A menos que lo hagamos, seremos un obstáculo para la obra de Dios en este mundo y con toda seguridad los juicios del cielo caerán sobre nosotros. Sin embargo, espero que ustedes contemplen la salvación de Dios en sentido más amplio de lo que lo han hecho hasta aquí. Pablo continúa (se citan los versículos 29-31).SE1 325.2
Mientras Pablo iba a Judea para llevar el mensaje del evangelio de Cristo a aquellos que se oponían a creer que Jesús era el Salvador del mundo, quería que los cristianos gentiles se esforzaran junto con él en sus oraciones a Dios. ¡Cuánto mejor es esto que hablar de las faltas de los demás! Hermanos y hermanas, cuando hablan entre sí, y alguien empieza a referirse a los pecados de otro, no lo escuchen. Díganle que deben negarse a escuchar porque esta no es su tarea. En lugar de participar de una conversación que tienda a destruir, traten de pronunciar palabras de aliento. El talento del habla ha de ser santificado para Dios, ha de ser purificado de toda crítica. Esforcémonos junto con los obreros designados por Dios en orar al Señor para que el Señor los proteja y los bendiga y que puedan ser «librados de los rebeldes» (Rom. 15: 33). De esta manera estará abierto el camino para recibir del evangelio. (Se citan los versículos 32, 33).SE1 325.3
Estas palabras que les he estado leyendo esta tarde, son las palabras de la Biblia en cuanto al deber de ustedes y mi propio deber. Deseo en gran medida que aprendan a guardar la puerta de sus labios para que no hablen imprudentemente. Yo solía decir a mis hijos, cuando salían de casa por la mañana: «Ahora, niños, ustedes salen a las labores del día. Recuerden que deben cuidar su lengua. No pronuncien ni una sola palabra que provoque una mala acción. Si ustedes fallan, entonces cuando nos encontremos en el culto familiar durante la hora de la tarde, hablaremos sobre el asunto y arreglaremos las cosas con Dios. Ven, niños, las palabras amables no causan ningún tipo de dolor y tristeza. Hablen con amabilidad, con cariño el uno al otro, y vean qué refrescante, qué bendición inundará sus corazones. Pero si comienzan a contender unos con otros, entonces surgen las pasiones y tienen que luchar con todas sus fuerzas para mantener el control sobre sí mismos. Sean valientes, sean leales».SE1 325.4
Y al atardecer, cuando los niños se reunían antes de dormir, hablamos sobre los acontecimientos del día. Posiblemente durante el día uno de los niños me decía: «Madre, alguien me ha hecho esto y lo otro». Le respondía que cuando todos nos reuniéramos en la tarde podíamos hablar del asunto. Cuando llegaba la noche, todos habían tenido tiempo para reflexionar y no se sentían inclinados a acusarse mutuamente. Ellos dirían: «Madre, he hecho esto y lo otro» y las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos mientras añadían: «Me gustaría que le pidas al Señor que me perdone. Creo que él lo hará». Y luego nos inclinábamos en oración y confesábamos los pecados del día y solicitábamos el perdón. Después de confesar sus malas conductas, los pequeños se dormirían pronto.SE1 326.1
Sin embargo, cuando un niño escucha a una persona mayor hablando constantemente de las faltas ajenas, se impregna del mismo espíritu de censura y crítica. Se siembran las semillas de la discordia. ¡Oh, cómo pueden los cristianos profesos consentir en tal obra! Dos noches antes de salir de mi casa se me instruyó en visiones de la noche, que el sábado le dijera a la congregación de Oakland que las palabras malignas que proceden de sus labios, respecto a las su-puestas faltas de los siervos de Dios que hacen lo mejor que pueden para esparcir la verdad y para hacer avanzar la obra de Dios, están escritas en los libros de registro del cielo. A menos que los que pronuncian estas palabras se arrepientan, quedarán fuera de la ciudad de Dios. Dios no permitirá que ningún rencilloso entre en la ciudad celestial.SE1 326.2
Después de mi visita a Oakland hace dos semanas, estuve enferma durante una semana. Llevaba una carga muy pesada, pero sentí que si era necesario ir de nuevo, Dios me daría fuerzas para hablarles.SE1 326.3