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Sermones Escogidos Tomo 1 - Contents
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    La paciencia y misericordia divinas

    ¿Por qué Dios no destruyó a Satanás? ¿Por qué no destruyó al pecado? A Satanás se le permitió desarrollar su plan, y a menos que hubiera tenido esta oportunidad, habría colocado toda la razón de su descontento sobre Cristo y sobre el Padre. Recibió una gran oportunidad para desarrollar sus planes en este mundo, y lo hizo al crucificar al Señor de gloria. Satanás reveló sus motivos y mostró hasta dónde estos lo llevarían. Lo mismo vemos en nuestro mundo hoy, podemos darnos cuenta hasta dónde nos conducirán sus principios anárquicos.SE1 104.3

    El enemigo ha obrado y sigue obrando. Ha descendido con gran poder y el Espíritu de Dios se está retirando de la tierra. Dios ha retraído su mano. Solo tenemos que mirar a Johnstown, Pensilvania. Dios no impidió que el diablo borrara del mapa a esa ciudad* Alusión a la inundación que destruyó esta ciudad el 31 de mayo de 1889.. Ese tipo de acontecimientos irán en aumento hasta el fin del mundo, porque el diablo ha descendido con gran poder y con todo engaño de iniquidad dirigido a los que se pierden. ¿Qué está haciendo? Anda como león rugiente buscando a quien devorar. Y cuando contempla a aquellos que se resisten a la luz, y advierte que Dios no los protege, ejercerá su cruel poder sobre ellos. Eso es lo que podemos esperar.SE1 104.4

    ¿Qué va a hacer Dios por su pueblo? ¿Dejarlos sin una nueva luz? «Ustedes sois la luz del mundo”, dice él. Recibiremos más luz del trono de Dios y aumentará nuestra preparación. Ahora bien, no afirmamos mediante el mensaje que presentamos aquí y en otros lugares, que esta es una nueva y maravillosa luz, sino que es la antigua luz colocada en un nuevo contexto. Jesús impartió luz, la luz más maravillosa, mientras habló desde aquella columna de nube. Poco antes de que los hijos de Israel salieran de Egipto, una plaga tras otra fue enviada a los egipcios, ya que el faraón rehusó dejar ir a los israelitas para que adoraran a Dios. Finalmente, el Dios del cielo permitió que los primogénitos, tanto de hombres como de bestias, murieran. Cuando el faraón contempló aquellos cuerpos inertes, reconoció quién era el gran Yo Soy, comprendió que había un poder superior, con el cual el rey de Egipto no podía competir, o vencer, aun con toda su experiencia y poder. Por tanto, dijo a los hijos de Israel: «¡Váyanse!».SE1 105.1

    Pero, ¿qué debían hacer los israelitas esa última noche? Debían sacrificar un cordero, tomar su sangre y rociar los dinteles y los postes de sus viviendas. ¿Para qué? Para mostrar a todo Israel, que contemplaba todo aquello, que había algo que los ligaba a Dios. Cuando el ángel viniera para dar muerte a los primogénitos, vería la sangre en los dinteles y los postes, pasando por alto a los hogares que mostraban la señal en los pórticos.SE1 105.2

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