Fe, obras y arrepentimiento
Pero ¿deben las obras venir primero? No, la fe tiene primacía. ¿En qué sentido? La cruz de Cristo fue levantada entre el cielo y la tierra. Llega el Padre y todo su séquito de ángeles santos; y al acercarse a aquella cruz, el Padre muestra su respeto y el sacrificio es aceptado. Luego se presenta el hombre pecador ante ella, con su carga de pecados, y al contemplar a Jesús en el madero echa sus pecados al pie de la cruz. Allí se dieron cita la misericordia y la verdad; la justicia y la paz se besaron. Cristo nos dice: «Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo»(Juan 12: 32).SE1 106.3
«Entonces, uno no podrá ser aceptado a menos que se arrepienta», diría alguien. Bien, y ¿quién nos lleva al arrepentimiento? ¿Quién nos atrae? Porque la ley de Dios condena al pecador, señalando los defectos de su carácter. Pero ustedes pueden estar en pie ante esa ley toda la vida y decir: «Límpiame. Prepárame para el cielo». ¿Podrá ella hacerlo? No, no hay poder en la ley para salvar al transgresor de la ley que está en pecado. ¿Entonces qué? Cristo tiene que mostrarse en dicha ley como nuestra justicia, y luego el Señor es levantado. «Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12: 32).SE1 106.4
Aquí nosotros contemplamos la cruz del Calvario. ¿Qué nos ha llevado a contemplarla? Cristo nos está atrayendo. Los ángeles de Dios se hallan en este mundo influyendo en las mentes, y el ser humano es atraído a aquel que lo levanta y lo conduce al arrepentimiento. No es una obra propia; no hay nada que el pecador pueda hacer que sea de valor, excepto creer.SE1 107.1
Al contemplar a Cristo en la cruz del Calvario, reconocemos que él ama a los pecadores, a aquellos que estaban en enemistad con Dios. El pecador comienza a maravillarse, y se humilla. ¿Cuál es la razón para esto? Pues reconoce que hay una ley que ha sido transgredida y que el hombre no puede guardarla, pero contempla a Cristo, y con esperanza y fe se aferra al brazo de infinito poder y se arrepiente. ¿De qué? De haber violado cada principio de la ley del Señor.SE1 107.2
Pablo afirma que enseñó el arrepentimiento y la fe en nuestro Señor Jesucristo de casa en casa. ¿Para qué vino Cristo a nuestro mundo? Para ganar los corazones y guiarlos al arrepentimiento. Aquí está el amor del Padre al dar a su Hijo para que muriera por el ser humano caído y para que este pudiera guardar la ley del Señor.SE1 107.3
Al llegar Jesús a nuestro mundo, su divinidad se cubrió con la humanidad, para que a su vez el hombre fuera revestido con la justicia de Cristo. Entonces el ser humano podrá, por medio de esa justicia, ser declarado inocente delante Dios.SE1 107.4
¡Oh, me gozo porque tengo un Salvador! Debemos recibir al Espíritu Santo para que colabore con el esfuerzo humano. No podemos hacer nada sin Cristo. «Separados de mí nada podéis hacer”. «Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo” (Apoc. 3: 20). Estoy feliz porque podemos ser partícipes de la naturaleza divina, y porque a través de Jesucristo somos vencedores. ¿Acaso la victoria consiste en la fe, en los sentimientos y en las buenas obras? ¿Será así? ¡No! «Esta es la victoria [...] nuestra fe» (1 Juan 5: 4).SE1 107.5
¿Qué es la fe? «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Heb. 11:1). ¿Qué diremos, entonces? «La fe, si no tiene obras, está completamente muerta» (Sant. 2: 17). Por consiguiente, nos aferramos a los méritos de la sangre de un Salvador crucificado y resucitado. Nuestras vidas están escondidas con Cristo en Dios. Allí está la clave. No podemos hacer nada por nosotros mismos, pero el fuego del amor de Dios está ardiendo sobre el altar de nuestros corazones. No estamos siguiendo fábulas artificiosas, claro que no; pero hemos estado revelando a Cristo nuestra justicia. Si ustedes se glorían en sus propias buenas obras, no podrán gloriarse en Cristo.SE1 107.6
En tiempos recientes se ha estado introduciendo entre nosotros una especie de autosuficiencia, por lo que el mensaje a la iglesia de Laodicea se aplica a nosotros. Lo leemos en Apocalipsis 3: 14-16. ¿Cuál es el problema? Han abandonado su primer amor. «Pero por cuanto eres tibio [...] te vomitaré de mi boca». ¿Qué quiere decir con esto? Si los creyentes tienen gran luz y conocimientos y no se esfuerzan para compartir esa luz y mostrarlos al mundo mediante sus obras, ya que son principios vivientes ante el mundo, Cristo será deshonrado. Si esto sucede, se disgustará tanto con ellos que no tomará sus nombres en sus labios para presentarlos al Padre.SE1 108.1
«Yo conozco tus obras. Tú dices: “Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad”. Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo” (Apoc. 3: 17).SE1 108.2
¿Cuál es el asunto? «Refinado en fuego». Cristo tuvo tal amor por nosotros que pudo soportar la prueba de la crucifixión y salir vencedor. Y las vestiduras blancas, ¿qué son? La justicia de Cristo. «Unge tus ojos con colirio», para que tengas el discernimiento espiritual, para que puedas discernir entre la verdadera justicia y la justicia propia. He aquí la obra que hemos de realizar. El mercader celestial transita por aquí y por allá en medio de ustedes, diciendo: «Cómprenme a mí. Aquí están las mercaderías celestiales; cómprenme. ¿Lo harán? Es a mí a quien tienen que comprarlas”. No hay otra fuente en el cielo de quien podamos recibir libertad y vida, sino por medio de Jesucristo, nuestra justicia.SE1 108.3
Luego dice: «Sé, pues, celoso y arrepiéntete». Este mensaje es para nosotros. Es necesario que los hermanos y hermanas de esta Asociación se aferren al mensaje, y observen la luz que se nos ha presentado en una nueva perspectiva.SE1 108.4