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Sermones Escogidos Tomo 1 - Contents
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    La fe de un niño

    He seleccionado una de esas sencillas promesas, tan sencilla que incluso un niño puede entenderla (vers. 11), y se nos dice qué clase de promesa es esa. Si pedimos, existe la posibilidad de obtener lo que se nos ha prometido. ¿Es esa la forma en que está expresada? ¿Hay alguna duda respecto a este asunto? Quizá lo pensemos si tomamos en cuenta las acciones de quienes piden. No obstante, no hay necesidad de ello; no hay razón para dudar. Recibimos lo que pedimos no porque seamos buenos, puesto que si esperamos a ser lo suficientemente buenos para recibir una bendición, jamás la recibiremos. Tendríamos que esperar hasta que Cristo venga, y eso sería demasiado tarde. Podemos acudir a él tal como somos, porque él es nuestro Salvador, porque murió por nosotros y porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Él ha reservado el cielo entero como un regalo de luz, de poder y de bendiciones, para otorgarlo a todo el que lo anhele y le abra la puerta a Jesús. ¿Desean ustedes tanto eso como para abrir la puerta? Si abren la puerta para recibir dichas bendiciones, se esfumará el amor al mundo y el orgullo de la vida. Aquel vacío tendrá que ser llenado por el Espíritu Santo tan pronto como salgan los ídolos del corazón.SE1 140.1

    Necesitamos ser muy cuidadosos a fin de permanecer donde el Señor desea que estemos. Esto conlleva reconocer que todas las bendiciones que recibimos vienen gracias a la misericordia, la compasión y la bondad de nuestro Dios, aunque somos seres indignos. No es porque nos consideremos buenos en muchos sentidos, sino porque «de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: 16). No es que alguien ocasionalmente podrá alcanzar la vida, uno en cien o uno en mil, o en cinco o en diez mil. No. Todo el que crea en él no se perderá, sino que disfrutará de la vida eterna.SE1 140.2

    ¿Acaso tenemos esa fe? Depende de nosotros. Habrá dos tipos de personas hasta el fin del tiempo. Un grupo que estará a la izquierda, a quienes él los llama «cabritos”; y un grupo que estará a la derecha, denominados «ovejas”. Toda alma puede ser salva si cree en Cristo como su Salvador personal. Pero no todos serán salvos. No porque Jesús no quiera que se salven, porque él está llamando a todos. No importa cuál sea su posición social, no importa su educación, su nacionalidad o su preparación; él quiere atraer a todas las personas. ¿Por qué? Porque en él hay vida, luz y verdad, elementos esenciales para nosotros, para nuestra dicha en esta vida presente. Todas estas cosas nos ayudarán a soportar con mayor facilidad las cargas, pruebas y perplejidades de la vida. Cristo dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11: 28).SE1 140.3

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