Capítulo 48—Cómo solucionar problemas y resolver conflictos
Comprendiendo la perversidad de la naturaleza humana, Jesús dejó reglas específicas de cómo tratarnos los unos a los otros—Nuestro Redentor comprendió la perversidad de la naturaleza humana; y con el propósito de salvar a las almas por quienes sacrificó su vida, y establecer su iglesia en unidad y prosperidad sobre la tierra, él ha dado reglas específicas para que los miembros de iglesia sigan para tratarse los unos con los otros. Escuchad lo que él dice: “Si tu hermano peca contra ti, ve y muéstrale su falta entre tú y él solo. Si te oye, habrás ganado a tu hermano. Si no te oye, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Y si no los oye a ellos, dilo a la iglesia. Y si no oye a la iglesia, tenlo por gentil y publicano”.—The Review and Herald, 15 de abril de 1880.MPa 305.1
Valore el don de ser pacificador—¿En dónde están aquellos que no escatiman o miden su amante labor por su Maestro? ¿Quiénes son los que están luchando por apaciguar toda disensión en la iglesia, siendo pacificadores en el nombre de Cristo? ¿Quiénes son los que están buscando contestar la oración de Jesús, “Para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti. Que también ellos sean uno en nosotros. ... Yo en ellos, y tú en mí. Que lleguen a ser perfectamente unidos, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los amaste a ellos, así como me amaste a mí?” ¿Puede nuestro Señor hablar estas palabras tan amables, tan llenas de significado, acerca de las iglesias en su presente estado de amor enfermizo, de disensión y pruebas triviales,—iglesias que llaman a los ministros de su trabajo importante para venir a arreglar sus pequeñas dificultades creadas por ellos mismos, mostrando así que no tienen una conexión con Dios? No. Los miembros de la iglesia deben llegar a la unidad; y para poder hacer esto, deben tener menos del yo y más de Jesús. Deben aprender de Cristo. Deben ser mansos y humildes de corazón. Su orgullo y egoísmo deben morir. Entonces sus montañas de dificultades serán reducidas a un grano de arena.—The Review and Herald, 6 de enero de 1891.MPa 305.2
Cuando están unidos en Cristo, los miembros resolverán los problemas de la iglesia con simpatía, ternura y amor—La Biblia presenta delante de nosotros una iglesia modelo. Sus miembros deben estar unidos los unos con los otros, y en unidad con Dios. Cuando los creyentes están unidos con Cristo, la vid viviente, el resultado es que son uno en Cristo, y están llenos de simpatía, ternura y amor.—Mensajes Selectos 3:18, 19.MPa 306.1
Los problemas se solucionan cuando nos acercamos a otros con un espíritu humilde, bondadoso y misericordioso—Nunca ponga en tela de juicio los motivos de sus hermanos; pues como usted los juzgue, Dios ha declarado que usted será juzgado. Abra su corazón a la bondad, a los alegres rayos del Sol de Justicia. Fomente pensamientos bondadosos y santas afecciones. Cultive el hábito de hablar bien de su prójimo. No permita que el orgullo o la justicia propia le evite hacer una confesión franca y completa de sus malos actos. Si no ama a aquellos por los cuales Cristo murió, no tiene un amor genuino por Cristo, y su adoración será como una ofrenda manchada ante Dios. Si atesora pensamientos indignos, juzgando mal a sus hermanos y sospechando mal de ellos, Dios no escuchará sus oraciones llenas de suficiencia y exaltación propias. Cuando acude a aquellos que usted piensa que están actuando mal, debe tener un espíritu de mansedumbre, de bondad, y estar lleno de misericordia y buenos frutos. No muestre parcialidad a una persona, y descuide a otros de sus hermanos porque no congenian con usted. Tenga cuidado de no tratar bruscamente a quienes usted piensa que han cometido errores, mientras que a otros, más culpables y merecedores de más reprensión, que deberían ser severamente censurados por su conducta anticristiana, los apoye y los trate como amigos.—The Review and Herald, 12 de marzo de 1895.MPa 306.2
Resuelvan los problemas consultándose unos a otros—El espíritu de Cristo es contristado cuando cualquiera de sus seguidores da evidencia de poseer un espíritu brusco, injusto, y exigente. Como colaboradores juntamente con Dios, cada uno debe pensar del otro como parte de la gran empresa de Dios. El desea que nos consultemos unos a otros. No deben haber separaciones, pues el espíritu de independencia deshonra la verdad que profesamos. Una evidencia especial de que el Espíritu de Cristo mora en su iglesia es la unidad y la armonía que existe entre sus miembros. Este es el testimonio más brillante de la posesión de una religión verdadera; pues ésta convertirá y transformará al hombre natural, y lo diseñará a la similitud divina.—The Review and Herald, 18 de febrero de 1909.MPa 306.3
Un espíritu acusador impide la solución de los problemas—Hay quienes se imaginan que es su deber ser reparadores de la iglesia. Es parte de sus sentimientos naturales andar buscando faltas y manchas en otros; buscan diligentemente algo que censurar, y se tornan más intolerantes y más cerrados en sus ideas, hasta que están listos para hacer de uno un ofensor por una palabra. En las reuniones de sábado, cuando todos deben estar involucrados en la adoración a Dios, se permite que entre un espíritu acusador, y uno expresa una acusación en contra de otro. Este espíritu es totalmente diferente al de Cristo, y lleva a la disensión y al pleito. Dios no acepta una adoración tal, mejor de lo que aceptó la ofrenda de Caín. No hay mayor estorbo para el crecimiento en gracia que esta inclinación a criticar y condenar a otros. Hemos visto en nuestra experiencia este espíritu acusador entrar gradualmente en los corazones de los miembros hasta leudar a casi toda la iglesia, y el resultado fue que muy poco de la santidad real o del espíritu de Cristo permaneció.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 212, 213.MPa 307.1