La predicación bíblica
Muchos ministros toman un texto de San Pablo y predican de los periódicos—Los discursos floridos no serán suficientes para alimentar el alma del hambriento hijo de Dios. Esto será seguido por un deseo que dará una voz de alerta a muchos de los corazones alimentados por lo que llaman “sermones ingeniosos”. Un hombre inteligente declaró, “¡Oh, si mi pastor me diera algo más que flores, períodos brillantes, y gratificaciones intelectuales! Mi alma está hambrienta del Pan de Vida. Anhelo algo simple, nutritivo y bíblico”. Daniel Webster pronunció estas enérgicas palabras: “Si el clérigo de nuestro días volviese a la simplicidad del Evangelio de la verdad, y le predicara más a los individuos y menos a la multitud, no habría tantas quejas de la decadencia de la verdadera religión. Muchos de los ministros de hoy toman un texto de San Pablo, y predican de los periódicos. Cuando ellos hacen eso, prefiero gozar de mis propios pensamientos, en vez de escuchar. Yo quiero que mi pastor venga a mi en el espíritu del Evangelio, diciendo, ‘Usted es mortal. Su tiempo de prueba es breve, su obra debe ser hecha rápidamente. ... Usted se está acercando al juicio de Dios. El Juez está a las puertas’”.—The Review and Herald, 23 de junio de 1891.MPa 216.2
Los pastores bien educados pueden no estar alimentando el rebaño si no toman en cuenta la excelencia de las Escrituras—Sin embargo, los oráculos de Dios han sido tan manifiestamente descuidados, que no hay sino pocos en nuestro mundo, aun de los que pretenden explicarlos a otros, que tienen el conocimiento divino de las Escrituras. Hay eruditos que tienen educación universitaria, pero esos pastores no alimentan a la grey de Dios. No consideran que las excelencias de las Escrituras continuamente estarán desplegando sus tesoros ocultos, a medida que sean descubiertas joyas preciosas cuando se cave en su procura.—Mensajes Selectos 1:17, 18.MPa 216.3
Las declaraciones humanas no tienen valor. Permita que la Palabra hable a la gente—Si los ministros que son llamados a predicar el más solemne mensaje jamás dado a los mortales, evaden la verdad, ellos son infieles en su trabajo, y son falsos pastores para las ovejas y los corderos. Las declaraciones de los hombres no tienen valor alguno. Que la Palabra de Dios hable a la gente. Que quienes han oído sólo tradiciones y máximas de los hombres, escuchen la voz de Dios, cuyas promesas son un Sí y un Amén en Cristo Jesús. Si el carácter y la conducta del pastor es para la gente una epístola viviente de la verdad que él defiende, el Señor pondrá su sello a la obra. Se formarán amistades genuinas con la gente, y el pastor y el rebaño serán uno, unidos por una esperanza común en Cristo Jesús.—The Review and Herald, 11 de marzo de 1902.MPa 217.1
Los predicadores que estudian sus Biblias con oración, verán nueva belleza en cada línea—Una gran obra debe ser hecha para los ministros a fin de que ellos puedan hacer de la predicación de la verdad un éxito. La Palabra de Dios debe ser estudiada a fondo. Toda otra lectura es inferior a ésta. Un estudio cuidadoso de la Biblia no necesariamente excluirá toda otra lectura religiosa; pero si la Palabra de Dios es estudiada con oración, toda lectura que pueda tener la tendencia a distraer la mente de ella será excluida. Si estudiamos la Palabra con interés, y oramos para comprenderla, veremos nuevas bellezas en cada línea. Dios revelará una verdad preciosa tan claramente que la mente obtendrá un sincero placer y será una fiesta continua cuando sus confortantes y sublimes verdades sean reveladas.—Testimonies for the Church 2:337.MPa 217.2
Escudriñe la Palabra para hallar verdades nuevas y antiguas para beneficio de otros—El ministro del evangelio de Cristo debe velar por las almas como quien deberá de rendir cuentas. Deberá arrodillarse en oración con frecuencia, pidiendo sabiduría celestial para poder fortalecer “las otras cosas que están por morir”. Viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios se coloca bajo el poder divino. La Palabra de Dios debe de ser su guía. En esa Palabra hay promesas, dirección, advertencias, y amonestaciones, que ha de usar en su trabajo como lo exija la ocasión. Con un corazón humilde y una mente sumisa ha de escudriñar esta Palabra para sacar de la fuente de la verdad, cosas nuevas y viejas para beneficiar a otros. Ha de buscar siempre guiar las mentes a obtener un conocimiento personal de la verdad. Muchos están severamente tentados y listos a morir porque no tienen un conocimiento de la verdad tal como es en Cristo.—The Review and Herald, 21 de enero de 1902.MPa 217.3
Hasta ahora, las verdades bíblicas son débilmente comprendidas—¡Ojalá que se diga de los ministros que están predicando al pueblo y a las iglesias: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras”! Lucas 24:45. Os digo, en el temor de Dios, que hasta ahora las verdades bíblicas relacionadas con el gran plan de redención se entienden en forma muy débil. La verdad estará continuamente desarrollándose, se irá expandiendo y desenvolviendo, porque es divina como su Autor.—Mensajes Selectos 3:213.MPa 218.1
Predique las profecías y céntrelas en Cristo—Los predicadores deben presentar la segura palabra profética como fundamento de la fe de los adventistas del séptimo día. Deben estudiar detenidamente las profecías de Daniel y del Apocalipsis, y en relación con ellas las palabras: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.—El Evangelismo, 147.MPa 218.2
Haga su trabajo—Los temas que muchos de nuestros ministros presentan a la gente no están ni siquiera conectados a medias, ni sus argumentos son tan claros y fuertes como debieran. Profesan ser maestros de la Palabra, pero tristemente ellos mismos descuidan escudriñar las Escrituras. Están conformes de usar argumentos preparados en folletos y libros, y que otros han encontrado trabajando diligentemente; pero no están dispuestos a esforzar su mente estudiándolos por sí mismos. Para poder tener una prueba completa de su ministerio, los que abren la Palabra de Dios a otros deben escudriñar las Escrituras diligentemente. No se deben conformar con usar los pensamientos de otros hombres, sino cavar en busca de la verdad como quien busca un tesoro escondido. Aunque es perfectamente correcto compilar ideas de otras mentes, no deben sentirse satisfechos en tomarlas y repetirlas como loros. Hagan suyas estas ideas, hermanos; formen los argumentos ustedes mismos, de su propio estudio e investigación. No pidan prestadas las composiciones del cerebro y la pluma de otros hombres para recitarlas como una lección; sino usen hasta lo sumo los talentos y el poder del cerebro que Dios les ha dado.—The Review and Herald, 6 de abril de 1886.MPa 218.3