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Mensajera del Señor - Contents
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    La entrega de reprensiones, una “cruz”

    Elena de White era una adolescente tímida y frágil cuando Dios le dijo que relatase a otros las visiones. Como hemos visto, no todas sus visiones o sueños eran de contenido teológico. Algunas contenían reprensiones y consejo para determinados individuos. A veces la reprensión era severa y no siempre apreciada Debido a eso la Sra. White rehuía sus deberes proféticos. 43Bio., t. 1, p. 61. El reprender nunca llegó a ser algo fácil.MDS 157.6

    Al describir su experiencia en 1845, cuando tenía 18 años de edad, Elena de White escribió: “Me era muy penoso decirles a los que andaban en error lo que se me había mostrado respecto a ellos. Me causaba mucha angustia ver a otros turbados o afligidos. Y cuando me veía obligada a declarar los mensajes, a menudo los suavizaba y los hacía parecer tan favorables para las personas a quienes concernían como me era posible, y después me retiraba a la soledad para llorar en agonía de espíritu”. 44Notas biográficas de Elena G. de White, p. 98.MDS 157.7

    En una carta escrita en 1874, ella recordó los últimos treinta años: “Durante años he sentido que si yo hubiera podido escoger lo que me gustaba y al mismo tiempo agradar a Dios, habría preferido morir antes que tener una visión, porque cada visión coloca sobre mí la gran responsabilidad de presentar testimonios de reprobación y de amonestación, que siempre han estado en contra de mis sentimientos, causándome en el alma una aflicción inexpresable. Nunca he codiciado mi posición, y sin embargo no me atrevo a resistir al Espíritu de Dios para buscar otra más fácil”. 45Mensajes selectos, t. 3, p. 40.MDS 157.8

    En 1880, ahora con 52 años, Elena de White estaba en el campestre de Vermont donde debía entregar varios testimonios. Se refirió a esas cargas personales: “He tenido que escribir muchos testimonios individuales, lo que realmente ha sido una carga pesada para mí, en adición a mis labores de hablar la verdad”. (“Hablar la verdad” abarcaba sus sermones diarios, llamados de consagración y su acostumbrada plática del sábado de tarde sobre temas de temperancia a oyentes de Vermont, de 1.000 a 4.000 personas.) Con referencia a una pareja, escribió: “Tuve algunos trabajos muy, muy desagradables que cumplir. Me acerqué al Hno. Bean y a su esposa y les hablé muy claramente. No se rebelaron contra el mensaje. No pude evitar de llorar”. 46Bio., t. 3, p. 146. En un testimonio de casi trece páginas que fue leído en el campestre de Michigan en 1881, ella escribió cerca del final: “Que nadie abrigue la idea de que yo lamento o me retracto de cualquier testimonio directo que he comunicado a individuos o a la gente en general. Si me he equivocado en algo, no ha sido por no reprender el pecado más decidida y firmemente. Algunos hermanos han asumido la responsabilidad de criticar mi trabajo y proponer una manera más fácil de corregir los errores. A tales personas les diría: Yo tomo el camino de Dios y no el vuestro. Lo que he escrito o dicho en testimonios o reprensiones no ha sido expresado demasiado francamente. Dios me ha dado mi trabajo y debo enfrentarme con él en el juicio... Durante toda mi vida me ha sido terriblemente difícil lastimar los sentimientos de cualquiera o perturbar su autoengaño, cuando entrego los testimonios que Dios me ha dado. Es contrario a mi naturaleza. Me causa mucho dolor y muchas noches sin sueños”.— Id., pp. 184-185.MDS 158.1

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