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Mensajera del Señor - Contents
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    Generosidad

    Elena de White era frugal porque deseaba ayudar tanto como le fuese posible a personas con dificultades financieras como también a la joven Iglesia Adventista del Séptimo Día con sus crecientes necesidades. 10Emmett K. VandeVere, “Tears of Expansión, 1865-1885”, en Land, Adventism in America. p. 67.MDS 81.9

    “Compartir” parece haber sido su segundo nombre. La manera como compartía su hogar con compañeros de trabajo y pastores que estaban en viaje, muchas veces sin saber cuán tos aparecerían a la hora de la comida, revela un espíritu generoso admirable. Después de inspirar y desafiar a otros a construir templos, casas publicadoras, instituciones de salud y escuelas, ella daba el ejemplo con donaciones sustanciales, a menudo tomando préstamos que se ingeniaba para pagar... con intereses. En 1888 en una reunión en Oakland, California, puede haber causado asombro su declaración de que ella y su esposo habían contribuido con $30.000 “a la causa de Dios”, 11 Manuscrito 3, 1888, citado en Arthur White, Ellen G. White, Messenger to the Remnant, Ellen G. White Publications, 1956, p. 123. en base a ahorros frugales y sabias inversiones.MDS 81.10

    En un sermón presentado en una sesión de la Asociación General en 1891, diez años después de la muerte de Jaime, ella escribió: “Por años no recibimos salario, excepto apenas lo suficiente para proveemos la comida y la ropa más simple. Nos sentíamos contentos de usar ropa de segunda mano, y a veces a duras penas temamos la comida suficiente para mantener la fuerza. Todo lo demás lo dábamos a la obra”. 12General Conference Bulletin, 20 de marzo, 1891, p. 184.MDS 82.1

    Su generosidad con su tiempo y sus escasos recursos llegó a ser un modelo para todos. John O. Corliss (1845-1923), quien por varios años vivió en la casa de los White antes de su bautismo en 1868, 13SDAE, t. 10, 1996, p. 410. escribió lo siguiente en cuanto a su estrecha relación con la Sra. White a través de los años: “Ella era muy cuidadosa en practicar en su vida las cosas que enseñaba a otros. Por ejemplo, en sus pláticas públicas se explayaba frecuentemente sobre el deber de cuidar a las viudas y huérfanos, citando Isaías 58:7-10 a sus oyentes. Ella ejemplificaba sus exhortaciones al llevar a los necesitados a su propia casa para darles albergue, comida y vestimenta. Recuerdo muy bien que en cierta ocasión tuvo como miembros de su familia a un niño y una niña y una viuda con sus dos hijas. Además, sé que ella ha distribuido entre los pobres ropa por valor de centenares de dólares, la cual ella compró con ese propósito”. 14Review and Herald, 30 de agosto, 1923. Ver también Id., 26 de julio, 1906, para el relato de Elena de White sobre su ministerio en favor de los huérfanos y otros en su casa.MDS 82.2

    Uno no puede repasar la historia de la Iglesia Adventista en Australia sin notar que Elena de White fue excesivamente generosa. En el año 1892 Australia se estaba hundiendo en una depresión económica. Había menos de 1.000 creyentes adventistas. Sin embargo, el constante lema de la Sra. White era “Avanzar”, lo cual, al principio, significó fundar una escuela cerca de Melbourne. No había fondos, pero ella decidió usar $1.000 dólares de los derechos de autor de libros extranjeros vendidos en Norteamérica, fondos que ya estaban comprometidos para otro lugar. 15Bio., t. 4, p. 44.MDS 82.3

    Mientras se estaban levantando fondos en Parramatta para construir la primera iglesia de propiedad de los adventistas en Australia continental, Elena de White recibió un regalo de $45 dólares desde California. Era el deseo de sus amigos que ella tuviese una silla cómoda durante su dolorosa enfermedad. Pero ella rápidamente los puso en el fondo para el edificio de Parramatta, explicándoles a sus solícitos amigos que deseaba hacerles sentir que ellos también habían invertido algo en Australia. 16Id., p. 69.MDS 82.4

    Elena de White se mantuvo en el centro del mundo adventista en Australia, no sólo para dar aliento sino también para recaudar fondos. Una carta al Dr. J. H. Kellogg en 1896 ofrece una vislumbre de la lucha en curso en Australia, año tras año: “Tengo que mantenerme como un banco para mantener, pedir prestado y adelantar dinero. Me esfuerzo de todas maneras posibles para hacer el trabajo. Otros se animarán y harán algo cuando vean que tengo fe para ser la primera en hacer una donación. Aquí están todos nuestros obreros que deben ser pagados. Estoy sumamente endeudada en este país con aquellos que viven en otros países. Alguien nos envió mil ochocientos dólares, pero ya se han utilizado. Un préstamo de quinientos dólares de alguien en Africa, lo cual se ha utilizado de diferentes maneras que demandaban recursos para adelantar la obra. He obrado por fe”. 17Id., p. 266.MDS 82.5

    En 1899, G. A. Irwin, presidente de la Asociación General, invitó a la Sra. White a regresar a Norteamérica para asistir a la siguiente sesión de la Asociación General en South Lancaster, Massachusetts. Ella replicó: “El 26 de noviembre cumplí 71 años. Pero ésta no es la razón por la cual les ruego no tener que asistir a su congreso... Hemos avanzado lentamente, colocando el estandarte de la verdad en todo lugar posible. Pero la escasez de medios ha sido un serio obstáculo... No nos aventuramos a mostrar la menor par- tícula de incredulidad. Avanzamos tan lejos como podemos ver, y luego vamos mucho más allá de lo que se ve, avanzando por fe...MDS 82.6

    “Nos despojamos de todo aquello de lo cual podemos privamos con respecto al dinero, porque las oportunidades son tantas y las necesidades tan grandes. Hemos pedido dinero prestado hasta que me he visto forzada a decir: No puedo donar más. Mis colaboradoras son las mejores jóvenes, las más fieles y consagradas que alguna vez podría hallar. He donado los salarios que se les tendría que haber pagado a fin de promover el avance de la obra. Cuando se hizo el último llamado, por primera vez mi nombre no estaba en la lista... No hay otra cosa que yo pueda hacer sino permanecer aquí hasta que se coloque la obra sobre un fundamento sólido”. 18Id., p. 371.MDS 83.1

    Al terminar la última década del siglo XIX, la denominación estaba seriamente endeudada mayormente por haber ignorado el consejo de Elena de White. Aunque ella había expresado muy claramente su posición a los dirigentes de la iglesia en cuanto a las razones para evitar las deudas muy grandes, no los criticó ni se quejó. En cambio, presentó un plan. Propuso dar sus derechos de autora de Palabras de vida del gran Maestro (un libro próximo a publicarse en 1900) para ayudar a liquidar las deudas de las escuelas de la iglesia. Gracias a la cooperación de los miembros de iglesia en toda Norteamérica, esa donación rindió más de $300.000.MDS 83.2

    Cuando en 1906 los fondos de la iglesia estaban bajos, ella donó los derechos de autora de su libro El ministerio de curación (vendido en el este de los Estados Unidos) para la construcción del Sanatorio de Washington (actualmente el Hospital Adventista de Washington) en Takoma Park, Maryland19Schwarz, Light Bearers, p. 311.Todos los derechos de autora de El ministerio de curación se dedicaron a reducir las deudas de las instituciones médicas de la iglesia.MDS 83.3

    De 1914 a 1918, L. H. Christian fue presidente de la Unión del Lago, que abarca Wisconsin, Illinois, Indiana y Michigan. Se sintió impresionado por los muchos adventistas de edad avanzada en esos estados que atesoraban la memoria de Jaime y Elena White. Contaban cuán bondadosos y serviciales habían sido los White con los pobres en un tiempo cuando los primeros colonos a menudo carecían de alimento y refugio. A los hombres les gustaba recordar el liderazgo vigoroso de Jaime y cómo él le decía a su esposa: “Elena, las palabras son baratas; pero lo que cuenta es lo que tú y yo podemos dar. Es bueno simpatizar con esta gente, pero el resultado de nuestra simpatía está determinado por cuán profundamente ponemos las manos en los bolsillos”.MDS 83.4

    En su libro The Fruitage of Spiritual Gifts (El fruto de los dones espirituales), Christian informó: “Lo que ella escribe en libros como El ministerio de curación y muchos de los Testimonios concerniente a nuestro deber hacia los necesitados y enfermos, lo ejemplificó espléndidamente en su propia vida. Este capítulo se extendería demasiado si recordase todas las cosas que estos viejos conocidos dijeron de la Hna. White. Nunca oí a alguno de ellos encontrar el menor defecto en ella”. 20Christian, Fruitage of Spiritual Gifts, p. 49.MDS 83.5

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