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Mensajera del Señor - Contents
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    SECCION IV—La Voz de un Movimiento

    Capitulo 17—Organización, Unidad y Desarrollo Institucional

    “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada”. 1Notas biográficas de Elena G. de White, p. 216.MDS 182.1

    El ministerio de Elena de White y el surgimiento de la Iglesia Adventista del Séptimo Día son inseparables. Tratar de entender el uno sin el otro haría que cada uno fuese ininteligible e indescubrible. Elena de White y la historia de la Iglesia Adventista están integrados en pensamiento y estructura como lo están los elementos formativos de un idioma. 2“Durante el transcurso de una larga vida, ella ejerció la influencia más poderosa sobre los creyentes adventistas”.— Dictionary of American Biography, t. XX, p. 99. “La Sra. White fue la inspiración reconocida del movimiento... Sus ideas establecieron el mundo del adventismo en su obra médica, educativa y misionera alrededor del mundo”.— Hartzell Spence, “The Story of Religions in America— Seventh-day Adventists”, Look, XXII (24 de junio, 1958), p.79.MDS 182.2

    Elena y Jaime White eran el centro de apoyo y de aliento para esos milleritas que más tarde llegaron a ser los adventistas sabatistas (observadores del sábado). Jaime White, un organizador extraordinariamente flexible, abarcó en forma simultánea muchos aspectos de un movimiento creciente como pocos podrían haberlo hecho. A su lado, llena de valor en virtud de una sinceridad santa y una consagración sin reservas, Elena de White animaba con visiones intrépidas a la creciente “pequeña grey”. Al cabo de unas pocas décadas, este equipo de un administrador y una profetisa condujo a un grupo modesto de Nueva Inglaterra a una misión internacional. Aunque eran el centro humano de un movimiento mundial, no reclamaron reconocimiento, ni recompensa, ni aun comodidades terrenales. 3En la Conferencia Bíblica de 1919, A. G. Daniells, presidente de la Asociación General, reflexionó sobre cómo enseñaría a los jóvenes en cuanto a la relación de Elena de White con el pensamiento y la estructura de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: “Quisiera empezar con el comienzo de este movimiento. En ese entonces hubo un don dado a esta persona; y con ese don a ese individuo vino al mismo tiempo este movimiento del triple mensaje. Llegaron juntos en el mismo año. Ese don fue usado firme y poderosamente en el desarrollo de este movimiento. Los dos estaban conectados inseparablemente y mediante este don se dio instrucción a este movimiento en todas sus fases, claramente durante setenta años”.—”The Use of the Spirit of Prophecy in Our Teaching of Bible and History”, Spectrum, t. 10, N.° 1, p. 29.MDS 182.3

    Por una parte, los White denunciaban valientemente los males del orden social; por la otra, inducían a decenas de miles a captar un cuadro de cómo el Evangelio trae restauración espiritual, social y física en esta vida, todo en cumplimiento del mandato divino de preparar a un pueblo para encontrarse con el Señor que pronto vendrá. De este énfasis doble —un abandono de las costumbres pertmbadoras de las prácticas mundanas y el compromiso a decirle al mundo los principios del reino de Dios—, emergió una red internacional de instituciones médicas y educativas, respaldadas por veintenas de casas publicadoras y una red misionera mundial. 4Ver VandeVere, en Adventism in America, pp. 66-67.MDS 182.4

    Elena de White era la fuerza guiadora indiscutida detrás de este impulso. Su “voz” unificadora y motivadora continúa proveyendo luz y una dinámica con sentido de urgencia mucho después de su muerte en 1915. 5“Desde su muerte [en 1915] se ha recurrido constantemente al pensamiento y a los puntos de vista de E, G. de White en cada uno de los problemas que enfrentó la Iglesia Adventista del Séptimo Día... de modo que en cada discusión se suponía o se incluía su aprobación. Aun en la actualidad sus voluminosos escritos son leídos, citados y discutidos por los ministros y laicos de la Iglesia Adventista en un grado mucho mayor que lo son los escritos de John Wesley en el metodismo, y quizás más que las obras de Martín Lutero en las diversas iglesias luteranas.—Roy Graham, Ellen G. White, Co-founder of the Seventh-day Adventist Church (Nueva York: Peter Lang, 1985), p. 1.Sin embargo, uno de los factores únicos que la distinguen de otros que pretendieron poseer el don profético en el siglo XIX6Joseph Smith, de los mormones, Mary Baker Eddy, de la Ciencia Cristiana, etc., ver. p. 37. es que ella nunca se percibió a sí misma como la dirigente de un movimiento nuevo. Nunca se desvió de su simple autopercepción de que era solamente la mensajera de Dios para el movimiento adventista.MDS 182.5

    La Sra. White mantuvo la vista concentrada en la comisión divina según se la expone en Apocalipsis 14, una tarea que uniría finalmente a todos los que buscasen la verdad, de todo continente y de todo trasfondo étnico, social y económico; también tenía la vista fija en el grupo básico que iba a hacer creíbles estas buenas nuevas de la invitación divina de los últimos días a un mundo destinado al juicio. Ella sabía que si los principios del Evangelio no obraban en las vidas de aquellos que lo proclamaban, los resultados serían mínimos. Para ella, la prioridad más elevada de la iglesia era la de reflejar una vida semejante a Cristo, lo que haría que el Evangelio de Cristo fuese atractivo y convincente. 7“El Evangelio se ha de presentar, no como una teoría inerte, sino como una fuerza viva capaz de transformar la conducta. Dios quiere que sus siervos den testimonio de que por medio de la gracia divina los hombres pueden poseer un carácter semejante al de Cristo y regocijarse en la seguridad de su gran amor... Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino... Estos preciosos reconocimientos para alabanza de la gloria de su gracia, cuando son apoyados por una vida semejante a la de Cristo, tienen un poder irresistible que obra para la salvación de las almas”.— El ministerio de curación, pp. 67-68; ver p. 470. Ver también El Deseado de todas las gentes, p. 766.MDS 182.6

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